Tras la longeva gira de “La Ciudad Subterránea”, Dorian se encontraban con un reto que superar: igualar el éxito de ésta o ir más allá incluso. A los cuatro años de su publicación, presentaron “La Velocidad del Vacío”, y su usual omnipresencia en todo festival veraniego que se tercie parecía encaminarlos a este propósito.
Entre una lluvia primaveral y otra, pudieron defender “La Velocidad del Vacío” por fin en la sala madrileña, antes de adentrarse en tierras latinoamericanas.
“Contad a vuestra pareja, a vuestros amigos o compañeros de trabajo que anoche estuvisteis en un concierto de música independiente, que apoyáis la cultura” decía un eufórico Marc a la multitud, “apreciamos mucho que estéis esta noche con nosotros, sabemos que Madrid es una ciudad donde hay mucha oferta de conciertos, y realmente nos emociona que nos hayáis elegido a nosotros”.
Acompañados de Mirémonos, una banda joven y emergente de la capital (banda a la cual Marc se deshizo en elogios en cuanto a su creatividad y sonido diferente), prepararon a la audiencia un festival de contrastes, entre las melodías caribeñas con deje psicodélico de los madrileños y la electrónica más refinada de los de Barcelona.
Ataviados con camisas de estampados tropicales y el colorido más absoluto, acorde a su estilo musical, los miembros de Mirémonos hicieron presencia en el escenario.
Su línea de bajo, potente y directa, recordaba ligeramente a los Red Hot Chili Peppers y su peculiar estilo con este instrumento, además de dinámicas percusiones.
Nos regalaron “Horror Vacui”, “Porno”, “Jägermeister” (muy Two Door Cinema Club esos riffs de guitarra) y algún que otro tema como “Salsa” (“a nosotros nos gustan los ritmos latinos, pero odiamos la bachata, así que hemos compuesto una salsa”), animando al personal a moverse un poco más, tarea difícil para los teloneros en la mayoría de conciertos.
Todo ello para poner la guinda al pastel con “Hemingway”, una llamada de la naturaleza tal como reza su letra. Unos cuarenta minutos de duración que valieron la pena, y nos convencieron de que habrá que seguirles la pista, de momento, con su disco “El Triángulo de las Bermudas”.
Poco se hicieron de rogar Dorian, que dedicaron el concierto a sus fans más veteranos, algo que se pudo deducir teniendo en cuenta que abrieron el recital con “Te Echamos de Menos”, su primer single, eso sí, en una renovada versión más relajada y acústica que la que conocemos de “10.000 Metrópolis”.
Una gran sorpresa, teniendo en cuenta que era la presentación de su último disco en Madrid.
De todas formas, no tardaron en aparecer los nuevos temas, si bien no fueron muy numerosos; un setlist muy equilibrado entre las distintas etapas por las que ha pasado el grupo. Su evolución podía comprobarse simplemente escuchando “Tristeza” o “Soda Stereo” con “Verte Amanecer” o “Corta el Aire”. Esta última, sobre todo, despertó la euforia en sus fans más fieles, siendo uno de los temas que menos a menudo escuchamos en sus conciertos
El primer adelanto de “La Velocidad del Vacío”, “El temblor”, puso la nota sombría en el concierto. Muy alejadas de los dos anteriores discos, estas últimas canciones del grupo se distancian de la electrónica, continúan en la línea de letras metafóricas que tan bien les ha caracterizado siempre, y se acercan más a un pop-rock melódico que seguramente les abra a un público más amplio.
Vuelta a “La Ciudad Subterránea” con la primera sorpresa de la noche: la interpretación en acústico de “Estudios de Mercado” junto a Pepo Márquez de The Secret Society y con Belly a las voces junto a Marc. Un cambio a la estética del tema con buenísimos resultados.
“Veleros” nos trasladó a un lugar lleno de esa esperanza y esa sensación de poder contra cualquier fuerza cuando se quiere a alguien, antes de sumergirnos en la impotencia y desazón de “Ningún Mar”, momentos previos al temazo por excelencia, “Cualquier Otra Parte”, seguida de “La Mañana Herida” y una de las favoritas de la banda del último disco, “Las Palabras”.
A pesar de sus ganas, los catalanes no dieron su mejor concierto, aunque sus fans lo disfrutaran como tal. Algún desafine que otro siempre se puede perdonar, pero les faltaba fuerza para terminar de convencer al público más exigente. Los fallos técnicos en el micrófono de Marc, claro está, no ayudaron a esto. Sobre todo en “Solar” y “Paraísos Artificiales”, donde más que nada, intuíamos la letra. Se veía la frustración en la cara de Marc, que sabía que no se le estaba escuchando bien, hasta que el problema se solucionó finalmente.
Después llegó el clímax de la noche, salpicado de confeti y serpentinas con “La Tormenta de Arena”, donde no se necesitó oír la voz de Marc, la locura se desató y el suelo temblaba bajo La Riviera. La coronación con “Los Amigos que Perdí” no lo fue todo, ese falso adiós terminó en una interpretación acústica entre el público de “Simulacro de Emergencia”, íntimo y bello momento que compartieron con todos los asistentes, alargando el bolo a las dos horas de duración.
Podrían haber dado mucho más de lo que dieron, quizá sin los fallos técnicos hubiéramos disfrutado de un concierto diferente, pero la sensación de esa falta de pasión e intensidad, ¿también habría desaparecido?
Texto y Fotografías: Marta García Torrejón